Calle melancolía.

En las calles se respira cierta tristeza vestida de normalidad, el ruido es menos y la gente también para esta época del año. El calor ayuda a sudar el dolor. Lo silencia un poco. A los humanos nos gusta olvidar para poder engañar a la vida, aunque olvidar no se consigue de un día para otro. Vengo pensando en la persona que amo. A mi pregunta sobre si sería capaz de seguir pensando como pienso si me tocara de lleno, él ha respondido que me haría falta tener la cabeza muy bien amueblada, y opina que sí la tengo. No sé qué pensar. Cada vez me estorban más los muebles, en la cabeza o en cualquier otro sitio. Probablemente tenga razón: me costaría dejar de pensar que solo existe la raza humana con diferentes tonos de piel, igual que me costaría dejar de pensar que todo se reduce a una cuestión de intereses. Me gusta echarle la culpa a los poderosos y exculpar al pueblo. Me gusta echarle la culpa al petróleo y al dinero, más que a la raza. Me gusta pensar que el fascismo crea racismo y el racismo crea asesinos. Me gusta pensar que todo lo arregla la educación. Puede que esté equivocada. Quién sabe. Hoy me han dicho ilusa varias veces, es posible que lo sea, al fin y al cabo no me gustan los muebles.

Necesito caminar, ha sido un día difícil. Confieso que he llorado, a menudo cometo el peor de los pecados que uno puede cometer según el señor Borges: no ser feliz. Atravieso el Arco de Elvira, el Izzaro está cerrado pero dentro se escucha reggae. Al volver la esquina, en una tienda de dulces árabes, el tendero recoge el mostrador, no ha debido ser un buen día porque está cerrando y lo tiene casi lleno, quizás es el efecto mariposa. Me parece notarle el gesto triste, tras las gafas veo un hombre con cara de ser ‘en el amplio sentido de la palabra bueno’, como diría Machado. Sigo caminando y esas señoras tan señoreadas que adornan Granada salen de  la iglesia San Andrés, de la misa de ocho. Admiro la gente que es capaz de llevar el pelo perfecto, me tiro de la coleta para intentar acercar mi desastre a su perfección.

El Enano Rojo aún está cerrado, recuerdo aquellos conciertos de juventud. Parece que fue ayer cuando era joven, tan ayer me parece que por unos minutos me siento joven. Un poco más adelante,  me paro en un escaparate, una pareja cómplice pregunta en el Sex Shop si aún está abierto. Tras el cristal me llama la atención un consolador rosa con forma de patito. Debo pasarme por aquí con más tiempo. Me parece un instrumento necesario en cualquier hogar bien avenido. La rueda que emula a las de una antigua barbería da vueltas, me hace gracia el nombre: la barbería del barrio. Un ‘gafapasta’ hipster está tumbado mientras el barbero del barrio le atusa la barba.

Paso por la puerta de ese lugar donde venden esos shawarmas tan ricos. Hoy también está vacío, es una pena que no sea aún mi hora de cenar. Entro a ‘comida, bebidas y regalos’, un nombre que se queda corto porque venden de todo, voy a comprar tabaco, no debo fumar, el lunes sin ir más lejos lo voy a dejar. Una telenovela en chino tiene absorto al tendero que me desliza el paquete sin mirar sobre el mostrador, mientras de su boca sale el precio de forma automática. Yo también le deslizo el dinero y salgo en silencio para no molestarlo.

Un poco más adelante, comienzan esas tiendas en las que suelo hacer una parada para comprar pantalones de danza oriental. Están llenas de ropa, lámparas y pulseras. Su forma de hablar es tan colorida como la de sus tiendas, intento imaginar lo que están diciendo por sus gestos, siempre he querido aprender árabe. Escuchan la radio y agitan las manos. A pesar de su colorida lengua, les intuyo el gesto serio. Decido desviarme para salir a la Gran Vía. Esta calle me gusta y me agobia, según el día, o incluso la hora, o la estación del año. Por la mañana es luminosa y viva, cuando todos cierran, se torna gris y algo inquietante.

Con sus claros y sus sombras, concluyo que resume la sociedad con la que sueño.

 

«Pero, quiero que me digas amor
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar era el verbo más bello
dímelo, me va la vida en ello»

Silvio Rodríguez

Texto: Cuca Centeno. ©. Copyright.-

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